miércoles, 4 de agosto de 2010

Turbera de Roñanzas. La Borbolla. Llanes. Asturias (O). 18-7-2010 // 270 msnm.

Como corresponde a la estación en la que nos encontramos, en esta ocasión nos acercamos a la costa asturiana a disfrutar de su naturaleza. Sin embargo, no reparamos en su litoral actual sino en aquel que constituía la costa en un pasado remoto (posiblemente hacia finales de la Era Terciaria), hoy día poco más de 3 km tierra adentro.
Durante el proceso de erosión de la costa que produce el oleaje se modelan superficies casi horizontales conocidas como plataformas de abrasión. Estos niveles de arrasamiento se sitúan al pie de los acantilados y normalmente quedan de manifiesto con la bajamar.
La actividad tectonica generada a consecuencia de la orogenia Alpina elevó no solo los grandes macizos montañosos de la Península, Cordillera Cantábrica incluida, sino también estas superficies de erosión, elaboradas en diferentes periodos, que quedaron escalonadas a distintas alturas por la acción de antiguas fallas.
Las consecuencias paisajísticas de este fenómeno no pasan desapercibidas, de modo que cuando se recorre el litoral cantábrico por la costa son muy característicos estos relieves horizontales que reciben el nombre de rasas costeras y que han despertado el interés de muchos geólogos. A menudo, como es el caso que nos ocupa, las rasas han quedado parcialmente desmanteladas por la posterior erosión fluvial y se reconocen en los mapas topográficos fácilmente por su morfología plana, elevada y claramente definida, como si de un edificio exento se tratase; en otros casos, sobre todo cuando sus materiales son de naturaleza caliza los procesos de karstificación las vuelven más irregulares y a pesar de su extensión pueden pasar desapercibidas.


La diversidad litológica de estas tierras del norte de la Península permite atravesar en recorridos cortos diversas litologías que influyen de manera decisiva en el medio natural; y así, cuando las rasas quedan talladas sobre rocas cuarcíticas, como proporcionan un drenaje escaso, se presentan a menudo recubiertas por turberas que ocasionalmente han sido objeto de explotación comercial. Estas cuarcitas son rocas antiquísimas; pertenecen al Periodo Cámbrico-Ordovícico y tienen una antigüedad de unos 500 millones de años. Por su composición silícea acentúan la acidez de las aguas y eso contribuye al establecimiento de la turbera.


Las turberas son medios pantanosos en los que los restos vegetales se acumulan al verse dificultado su proceso de descomposición. La humedad permanente y la escasez de aire impiden la actuación de los microorganismos que favorecen la humificación de la materia orgánica. En consecuencia, en estos ambientes los suelos están formados por una materia negra, fibrosa y orgánica, la turba, una especie de carbón que aunque tradicionalmente ha sido utilizada como combustible, en la actualidad se usa principalmente como sustrato para cultivos. La turba de la zona al parecer no tiene mucha antigüedad, desde el punto de vista geológico; según parece se ha ido formando en los últimos 3200 años.


En el llano de Roñanzas se sitúa un enclave turboso de importancia que llega a alcanzar 2,5 m de espesor. De hecho, ha sido la única explotación industrial asturiana de turba, y se ha explotado hasta fecha reciente. Con el fin de facilitar la extracción de turba se abrieron zanjas en paralelo de decenas de metros de longitud que a la vez sirvieron como drenaje del agua de lluvia que alimenta la turbera. El hábitat sufrió así una profunda transformación. La vegetación de musgos esponjosos dio paso a un matorral de tojos (género Ulex) y helechos (Pteridium aquilinum), y algunas especies adaptadas al medio turboso se vieron desplazadas y estuvieron a punto de desaparecer.


Afortunadamente en 2004 varias entidades públicas y privadas se pusieron de acuerdo para iniciar un proyecto de recuperación de la turbera. Finalizaron las extracciones y se desbrozó el matorral de tojos y helechos para evitar incendios y recuperar los pastos de cara a fomentar un uso ganadero sostenible. Además se construyeron diques en las zanjas existentes para evitar la evacuación de agua ladera abajo y promover así el encharcamiento permanente donde viven los esfagnos, auténticos protagonistas del ecosistema. Apréciese que en la foto el esfagno (verde amarillento) aparece acompañado de Drosera rotundifolia, una planta insectívora de color rojizo.


Los esfagnos son musgos pertenecientes al género Sphagnum que presentan un conjunto de adaptaciones encaminadas a poder vivir en este medio continuamente encharcado, anaerobio y ácido.Constituyen un conjunto de especies cuya estructura vegetativa les permite retener gran cantidad de agua, y eso les otorga un aspecto típicamente esponjoso. Como la materia orgánica no se degrada los esfagnos a medida que crecen van acumulando sus partes muertas originándose así unos depósitos que pueden alcanzar varios metros de profundidad.
Damos un paseo por este lugar y contemplamos los diferentes ambientes que se han generado tras las obras de restauración. La construcción de diques ha dado lugar a interesantes charcas donde revolotean diferentes especies de libélulas. En sus orillas y en los emplazamientos de aguas más someras colonizan especies propias de plantas (Sphagnum, Rhynchospora). En los resaltes que separan zanjas florecen los tojos (Ulex gallii) (foto 1) y el precioso brezo Erica mackaiana (foto 2) que sustituye aquí a la E. tetralix característica de otras turberas.


Asimismo recorremos la parte de turbera no afectada por las extracciones que es bastante amplia. Aquí el ganado vacuno y caballar pace libremente, como se ve en la imagen, donde además se puede ver el aspecto del macizo calizo del Cuera. 


Las plantas que anotamos en la zona son las siguientes:
Arnica montana FL
Blechnum spicant
Calluna vulgaris 
Daboecia cantabrica FL (foto 3)
Drosera intermedia? FL (foto 4)
Drosera rotundifolia FL (foto 5)
Erica mackaiana FL (foto 2)
Eriophorum angustifolium (foto 6)
Juncus bulbosus FL (foto 7)
Narthecium ossifragum FL (foto 8)
Osmunda regalis (foto 9)
Pinguicula lusitanica FL (foto 10)
Potentilla erecta FL
Rhynchospora alba FL (foto 11)
Ulex gallii FL (foto 1)


Las turberas se consideran Hábitat Prioritario por la legislación europea y concretamente la de la sierra Plana de La Borbolla ha sido declarada como Lugar de Interés Comunitario dado que albergan especies raras como el helecho Dryopteris corleyi, la ciperácea Rhynchospora fusca o el sapito Discoglossus galganoi.

6 comentarios:

Tere dijo...

Javier,

la drosera rotundifolia, ¿es la planta carnívora que no llegamos a ver en Peñalara?

Gracias.

Javier dijo...

Sí, esa misma Tere. En Asturias tuve la suerte de ver esta especie y además otra del mismo género que vivían a pocos metros de distancia. ¡Encima las dos estaban en flor!

Anónimo dijo...

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Javier dijo...

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Anónimo dijo...

Casualmente estuve hoy por allí,de casualidad encontré eso y ahora en google y en tu web amplio la informacion de la Turbera(primera vez que lo oigo,hoy) pero me parece algo bastante peligroso,me salí del camnino siguiendo los bellos corceles y acabe empapado,aunque ví que los profundos estan cerrados defectuosamente con alambres y varillas.
bueno un saludin

Javier dijo...

Bueno, ante todo darte las gracias por el comentario que siempre resulta enriquecedor.
Con respecto a lo que comentas de que la zona es peligrosa he de decirte que yo no tuve esa impresión, aunque desde luego sí es cierto que en el campo, una vez que sales de los caminos simplemente hay que moverse con algo más de precaución. Para mi, una de las sensaciones agradables de moverse por la naturaleza ibérica es la de sentirse rodeado por un medio acogedor.
En lo de los alambres tienes razón, y es una lástima que haya algunos oxidados por ahí sueltos.