miércoles, 24 de noviembre de 2010

Guadamur (Toledo). 21-11-2010 // 600 msnm

Teníamos ganas de volver a visitar, en esta época del año, los olivares toledanos que se extienden al sur del Tajo, y escogemos una interesante masa localizada al noroeste de Guadamur (fotos 1, 2 y 3). Ésta, linda con una buena mancha de vegetación natural que evidentemente enriquecerá las observaciones naturalistas (foto 4).


El interés de la excursión gira en torno a la población de currucas capirotadas (Sylvia atricapilla) que ahora suele ser notable en este tipo de medios (olivar) por la llegada de un contingente de aves invernantes que según los datos de anillamiento tienen su área de cría principalmente en Bélgica, Francia y Gran Bretaña. 


Nos caen bien las currucas capirotadas y por eso disfrutamos enormemente cuando nos rodean en tal cantidad y escuchamos continuamente sus chasquidos. Tras hacer un transecto obtenemos una densidad de currucas de 8 aves/ha y a lo largo de la jornada unos 60 ejemplares. Sin embargo, a pesar de su abundancia, se muestran muy esquivas, escondiéndose entre la jungla de hojas y aceitunas que es su hábitat invernal principal (foto 5).
Sabemos de las capirotadas que son muy fieles a sus rutas migratorias, atravesando año tras año los mismos lugares y más o menos por las mismas fechas (a veces este fenómeno se da con sorprendente exactitud); sin embargo, los cuarteles de invernada deben ser menos regulares y estar sometidos a eventualidades, dado que, aunque se tienen datos de aves extranjeras que invernan en el mismo lugar en años consecutivos, se deben producir nomadeos regionales en busca de alimento.



El olivar en estas fechas está cuajado de aceitunas (foto 5) y esto atrae a un gran número de aves europeas que encuentran en este recurso una buena oprtunidad para pasar el invierno. Se da así la circunstancia de que mientras muchas especies son beneficiosas para la economía centroeuropea, por consumir gran cantidad de insectos durante la cría, al llegar a los países mediterráneos, en invierno, entran en conflicto con los intereses de nuestros agricultores. 
Destacamos además la presencia en la zona de un gran número de pinzones comunes (Fringilla coelebs) y zorzales comunes (Turdus philomelos), pero sobre todo de tres ejemplares jóvenes de águila imperial (Aquila adalberti) (de distintas edades) que se anuncian desde una gran altura con su característico reclamo. También llama la atención la escasez de torcaces (Columba palumbus), aunque teniendo en cuenta la "balacera" reinante a lo largo de la mañana no es de extrañar que se hayan marchado a un lugar más tranquilo. Estos domingos de invierno, el campo en general, pero sobre todo el toledano, se convierte en un cisco de tiros que nos parece inadmisible, a pesar de estar acostumbrados (esperamos que llegará un momento en el que este hábito de matar animales porque sí, no será más que un desagradable recuerdo). Las especies que anotamos en este ámbito junto a unas cifras cuantitativas, solo de referencia, son las siguientes: 
Azor común 1
Águila imperial 3
Paloma torcaz c.5
Mochuelo 1
Abubilla 1




Pito real c.5
Totovía c.5
Petirrojo c.25 C
Colirrojo tizón 1
Mirlo común c.3
Zorzal común c.50 (pseudocantos)
Zorzal alirrojo 2 v
Curruca cabecinegra c.5
Curruca capirotada c.60
Mosquitero común c.7
Reyezuelo listado c.3
Herrerillo común c.5
Carbonero común c.7
Urraca c.10
Estornino negro 1
Pinzón vulgar c.100
Verdecillo c.10
Verderón común c.5
Jilguero c.5 v
Pardillo c.3 v
Donde c. significa aproximadamente, C son cantos y v, aves en vuelo.
El paseo por la meseta cristalina toledana es una delicia, a pesar de los disparos, puesto que a la belleza del olivar propiamente dicho se añade la amplitud de los paisajes de rampa que anteceden a las elevaciones de los montes de Toledo (foto 6).


Cada olivo aquí es una escultura y el fotógrafo podría dedicar toda la mañana a recoger texturas y formas de interés. Además, el hecho de que el olivar haya sido roturado recientemente resalta aún más su perfil (foto 7).


En los ribazos que bordean las parcelas de esta formación adehesada, surge espontáneamente un tipo de vegetación donde se reconocen representantes de las comunidades de plantas silvestres que ocuparon estos espacios antes de su uso agrícola; las mismas que encontramos en las manchas contiguas de monte. Sobre todo destacan las encinas (Quercus ilex), que ahora ofrecen su cosecha de bellotas maduras (foto 8), y el romero (Rosmarinus officinalis) por su floración (foto 9), que atrae a bastantes abejas (Apis mellifera) y a algún ruidoso abejorro (Bombus terrestris).


Pero también hay muchas otras especies leñosas de las que hacemos el siguiente listado:
Esparraguera (Asparagus acutifolius)
Marrubio (Ballota hirsuta)
Estepa blanca (Cistus albidus)
Jara pringosa (Cistus ladanifer)
Jaguarzo morisco (Cistus salviifolius)
Escoba blanca (Cytisus multiflorus)?
Torvisco (Daphne gnidium)
Mijediega (Dorycnium pentaphyllum)
Jarilla viscosa (Halimium umbellatum)
Siempreviva (Helichrysum stoechas)
Enebro de la miera (Juniperus oxycedrus)
Cantueso (Lavandula pedunculata)
Cornicabra (Pistacia terebinthus) (foto 10)


Coscoja (Quercus coccifera)
Espino negro (Rhamnus lycioides)
Ruda (Ruta montana)
Esparto (Stipa tenacissima)
Mejorana (Thymus mastichina)
Tomillo salsero (Thymus zygis)
En las cunetas son frecuentes además:
Escobilla parda (Artemisia glutinosa)
Ontina (Artemisia herba-alba)
Cambronera (Lycium europaeum) 
Marrubio (Marrubium vulgare)
Escaramujo (Rosa canina forma squarrosa)
Y alguna bolina (Santolina canescens)? y sisallo (Salsola vermiculata).
Todavía hay algunas plantas en flor. Además del citado romero, la que más nos llama la atención es la población de ortigas menores (Urtica urens) (foto 11) que crece densamente bajo las copas de aquellos olivos cuyo bajo ramaje dificulta la llegada de la reja del arado. Otras plantas que florecen son:
Foeniculum vulgare
Malva sylvestris
Mantisalca salmantica
Salvia verbenaca 
Solanum nigrum


Aparte de la vegetación que se refugia en los ribazos, a veces se encuentran en estas lindes acumulaciones de piedras (majanos) (foto 12) apartadas por los agricultores. En amontonamientos como el de la foto se puede observar la variedad del roquedo local que es el resultado de una interesante historia geológica. Se trata de rocas metamórficas (migmatitas) resultantes de la transformación y recristalización de sedimentos cámbricos o precámbricos durante la orogénia hercínica. En unos escasos centenares de metros, no lejos de aquí, se atraviesan estructuras geológicas claramente diferenciadas que comentaremos en otra excursión. Vayan por delante sus sugerentes nombres por si alguien quiere profundizar en el tema: Bloque migmatítico de Toledo, Anticlinorio de Sonseca y una franja milonítica separando las anteriores con mineralizaciones de plomo y cinc.





2 comentarios:

Salva dijo...

Totalmente de acuerdo con la fotogenia de los olivos viejos (y no tan viejos); recuerdo especialmente algunos pies de Castelón y Mallorca como auténticos espectáculos.

El resto de la entrada, buenísima, como el resto del blog.

Un saludo.

Javier dijo...

Gracias Salva por tu opinión. La estética del olivar tiene una fuerza tremenda; cada uno encierra un catálogo de formas que para sí quisieran muchos escultores. Es una lástima que las cosas por cercanas o habituales sean ignoradas y pasen desapercibidas.
Un saludo